Para poder echar una partida, el diseñador creo un pequeño Cubo de Rubik (tamaño real) de color blanco, su interior está compuesto por piezas electrónicas y sensores que le permiten realizar un seguimiento de su orientación y detectar las rotaciones de cada lado del cubo. Estos datos se envían a través de Bluetooth a un ordenador con un software que trata esta información y la envía a los LEDS de la fachada del edificio.
El problema de esta versión gigante del Cubo de Rubik es que solo es visible como máximo dos caras del cubo. Con lo cual resolverlo es mucho más complejo. Aunque hay quienes podrían resolverlo hasta con los ojos cerrados.